Parece sorprendente que un equipo que quiere llegar a asentarse en la élite y que va a cambiar su política actual hacía la de un club de cantera no disponga aún de un espacio común donde aglutinar a todos sus jugadores, técnicos, ojeadores o materiales que arrastra un equipo con más de cien años de historia. Un 'santuario' donde cada fin de semana los jóvenes con del Murcia y sus familiares puedan disfrutar del fútbol.
Y es que el Real Murcia comenzó la casa por el tejado con la construcción de un campo de primer nivel pero sin mirar más abajo. Actualmente la situación es dantesca: con catorce equipos de base más el primer equipo, el Real Murcia utiliza nueve campos desperdigados por el municipio para que jueguen y entrenen sus equipos, además de los terrenos de Cobatillas, terreno reservado sólo para el primer equipo. El Raal, la Universidad de Murcia, Santiago el Mayor, Patiño, Churra, Espinardo, Cabezo de Torres, El Esparragal y el José Barnés de Murcia son los terrenos por donde se esparce un club grande socialmente pero no estructuralmente y que cuenta con más de 300 chavales jóvenes futbolistas en sus bases.
«Ahora que es necesario invertir en la cantera y tirar de recursos propios conviene que los chavales tengan todos los servicios más cerca. Una ciudad deportiva permitiría coordinar el trabajo de todos los equipos e implantar una metodología común para entrenar y para jugar. Ahora mismo, si queremos seguir al cadete, no podemos seguir al juvenil y si seguimos al juvenil no podemos seguir al infantil», comenta Sergio Fernández, actual director deportivo del Real Murcia. El control y el seguimiento de todos los jugadores de las bases es más difícil en nueve instalaciones que en una y más si coinciden los horarios.
Ante tal panorama, los padres de los jugadores con futuro en el fútbol profesional prefieren antes otros equipos para sus hijos que el Real Murcia. Las jóvenes promesas de la Región sueñan con recalar en el Villarreal, en el Valencia, en el Real Madrid, en el Espanyol, en el Almería o en el Barça, además de por la repercusión mediática porque estos equipos poseen una infraestructura que protege a los jóvenes bajo el manto de una ciudad deportiva que se convierte en sus casas.
«Con una instalación de este equipo puedes complacer a los padres que buscan garantías y un recinto adecuado para que se desarrollen sus hijos tanto en el plano deportivo como en el lado personal», comenta Sergio Fernández. Actualmente el Real Murcia apenas cuenta con tres jugadores en sus bases desplazados desde otros puntos de la Región alojados en pisos que gestiona el propio club, una fórmula que a muchos padres no convence. En este sentido el club que preside Jesús Samper ha perdido terreno con equipos como Almería o Villarreal, que hace unos años miraban desde abajo al Real Murcia.
«Tener una ciudad deportiva es fundamental para planificar actividades deportivas en un club que tenga aspiraciones. Teóricamente el Real Murcia debería ser ese club referente como el es el Athletic de Bilbao en el País Vasco o el Villarreal en la Comunidad Valenciana y que los niños murcianos tengan ilusión por ir al Real Murcia», comenta Monje Carrillo, presidente de la Federación Murciana. Y la vía más directa es convenciendo a los padres: «Es básico que los padres vean cómo trabajan los niños y que sus hijos están protegidos».
Modernización
La nueva ciudad deportiva sería un salto de calidad para un club anclado en el pasado en algunos aspectos, además de mejorar las relaciones con otros equipos de la Región que actualmente prefieren mandar a su promesas a probar a otros equipos antes que trabajar en común con el referente regional. La nueva ciudad deportiva serviría además de para coordinar el trabajo de todos los equipos y cuerpo técnico, para seguir el rendimiento escolar de sus jugadores, para solucionar sus problemas de adaptación y para hacer un seguimiento psicológico y nutricional de las futuras estrellas, un plan que ya han puesto en marcha los actuales dirigentes de las bases. Además, la nueva ciudad deportiva del Real Murcia permitiría hacer un seguimiento más exhaustivo y diario de las lesiones de los chavales.
«Aunque sólo hay siete u ocho kilómetros de distancia entre los campos que utilizamos actualmente, una instalación de ese nivel nos permitiría trabajar mucho mejor. En estos momentos no podemos ni controlar los horarios de entrenamiento ya que utilizamos instalaciones municipales donde hay más usuarios, ni el horario de los partidos y es imposible coordinarlos para hacer un seguimiento. A veces no podemos convencer a un chaval para que venga con nosotros por los horarios», comenta Pedro Muñoz, coordinador de las bases.
Fuente: La Verdad
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