Cinco minutos de conversación con Miguel Albiol sobran para darse cuenta de que es una de esas personas que casi nunca se alteran. Habla con calma y no grita. Para el jugador del Real Murcia vivir tranquilo y evitar los extremos es uno de los principios de su día a día. Siempre ha sido así, pero desde que su hermano Raúl estuvo tres semanas en coma inducido tiene claro que pocas cosas son realmente importantes y que «la vida hay que disfrutarla con sus cosas buenas o malas, porque solo hay una». Quizá esa manera de ser y de pensar le ha ayudado más que nunca a superar las últimas desgracias de su carrera deportiva: hizo el penalti que le costó el descenso al Real Murcia y se lesionó de gravedad justo cuando el equipo iba a ascender. El sábado debutó como titular después de ocho meses, salió del túnel y volvió a ver la luz.-Un penalti, un descenso y ocho meses de lesión se han terminado, ¿cómo ha vivido su vuelta?
-El día que jugué unos minutos fue muy importante. Piensas, 'sí, puedo volver, puedo seguir siendo futbolista'. Ha sido cuestión de paciencia y tiempo. Ser titular el sábado fue la guinda.
-¿Cómo se supera tanta desgracia?
-Mi mujer y mis hijos han sido la clave para salir adelante, para llevarlo mejor y tener un día a día alegre, trabajando duro, pero siempre estando contento. Mi hermano Raúl estuvo a punto de morir y esas cosas marcan. Te das cuenta que vida solo hay una y hay que disfrutar de todo lo que te trae. Unas veces son cosas buenas y otras malas.
-¿Qué es lo mejor que le ha traído el fútbol?
-Sin duda, el ascenso de la pasada temporada a Segunda División.
-¿Y lo peor?
-Por desgracia, tampoco tengo dudas; el descenso del año anterior. Repasé la jugada del penalti mil veces en mi cabeza, pensé qué podía haber hecho, cómo me podía haber apartado, de qué manera pude evitar que el jugador chocara conmigo... Recuerdo cómo se me caían las lágrimas porque es cierto que el descenso es fruto de toda una temporada, pero que te piten a ti un penalti en la última jugada marca para toda la vida.
-Y volvió a casa, a Valencia, para ver a su hermano cómo ganaba el Mundial con la selección española.
-El verano fue horrible. En mi familia nadie decía nada, pero fui a la plaza de mi pueblo para ver en una pantalla gigante la final del Mundial y algunos de los vecinos se acercaban y me comentaban: 'Vaya familia, uno gana el Mundial y el otro desciende a Segunda B'. Imagínate...
-Vuelve a Murcia para hacer la pretemporada, comienza el año, el Murcia asciende y muchos de sus compañeros dicen que si por alguien se alegran es por usted.
- Es cierto, es que quería quitarme esa espina de alguna manera. Si no consigues el ascenso llevas peor el desastre. Ahora lo recuerdas, pero lo cuentas de otra forma. Reconozco que para mí se convirtió en una obsesión porque sabía lo complicado que es ascender a Segunda en solo una temporada. Yo estuve en el Rayo y nos costó cuatro años salir de Segunda B, así que al final, para mí, ascender se convirtió en una obsesión increíble.
- Y justo antes de la eliminatoria contra el Lugo se lesiona.
- Sí, ¡qué mala suerte! Pero pensé, si me he lesionado es porque para que el Murcia ascienda yo no tengo que jugar. Y la di por buena. Fui a Lugo, vi la última jugada, fue lo mismo que un año antes, pero esta vez no sucedió. La alegría fue enorme y en lo último que pensaba era en la operación de mi rodilla. Ya se realizaría después.
-¿Se considera afortunado?
-Sí, muchísimo. Puedo hacer lo que me gusta y vivir de lo que ha sido mi pasión desde pequeño, ¿qué más se puede pedir? Ya sé que he pasado malos momentos, pero si eres un deportista profesional tienes que saber que a todos los niveles hay temporadas buenas y temporadas malas.
-¿Nunca se desespera?
-La cabeza es importantísima da igual que juegues en Primera o en Segunda. Tienes que creer en ti, confiar en tus cualidades y que no te afecte ni lo malo ni lo bueno. No pensar un día que eres el mejor del mundo y otro que no vales para nada. Nunca hay que ir a los extremos, yo lo aplico a todo en mi vida.
Fuente: La Verdad
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