Un 7 de julio de 2009 Óscar Sánchez abandonó entre lágrimas el Real Valladolid. Dejaba atrás siete años magníficos en ‘su’ Pucela, club en el que vivió momentos inolvidables, tanto deportivos como personales. Rompió esa relación porque era el momento de cumplir un sueño, “defender la camiseta del equipo de mi tierra”. Óscar, que muy joven se marchó a las categorías inferiores del Atlético de Madrid, tenía el objetivo de ponerse la elástica grana, luchar por una entidad de la que siempre fue fiel aficionado a pesar de estar en la distancia.
Con 30 años firmó por el Real Murcia. Ahora ya no lo iba a animar desde la grada, como lo hacía en La Condomina en su infancia. Su misión estaba en el verde, en el césped de Nueva Condomina. El primer año no fue bueno, el equipo descendió y Óscar fue de los que más lo sintió, como reconoció en aquella rueda de prensa en la que pidió el esfuerzo de todos para salir adelante y en la que afirmó sentir “vergüenza cuando voy por la calle”.
Por suerte, en la segunda temporada todo ha ido de manera excepcional. Su carácter e implicación lo han convertido en uno de los líderes de la caseta, en el referente para los más jóvenes. Ha aportado mucho en el terreno de juego pero más fuera del mismo. Ha transmitido los valores que nos han hecho triunfar: humildad, solidaridad y trabajo diario.
Las lágrimas de Lugo demuestran lo mucho que tanto él como sus compañeros han sufrido este año. Son de alivio, de satisfacción por devolver al Real Murcia al fútbol profesional, por dar una más que merecida alegría a la fiel afición que siempre estuvo al lado del equipo. Ese día, en el Anxo Carro, Óscar celebró su partido número 50 bajo el escudo que siempre llevó en el corazón.
Fuente: Real Murcia
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