Para Antonio Cañadas el Real Murcia es un sueño. Tarea difícil encontrar un futbolista con esos sentimientos. Sus recuerdos están en La Condomina, pero en el viejo estadio, cuando Aquino marcaba goles y lanzaba espectaculares faltas. Esta temporada vive su última oportunidad para volver a jugar en Segunda, el último tren para hacerlo en su equipo de toda su vida. Y en el de su padre. Y el de sus amigos y en el de muchas de las personas con las que convive día a día.
Cañadas ya ha cumplido los 31 años y acumula una curtida carrera en los bajos fondos del fútbol español. Todos los niños tienen la ilusión de jugar en Primera, pero la mayoría no alcanza esa categoría. Para este futbolista nacido en Albudeite y criado a la orilla del Mar Menor, en San Javier, donde residen sus padres y donde ayer pasaba su día más feliz después de marcar tres goles al Estepona, jugar en Segunda B también es un privilegio si se sabe aprovechar y disfrutar. «Ya quisieran los que juegan en Tercera poder hacerlo en Segunda B», esa es su filosofía para disfrutar cada día.
Este año a punto estuvo de perderse y desaparecer del equipo. Cañadas se acababa de subir al proyecto del Real Murcia en la que posiblemente sería su última oportunidad y de repente sintió vértigo. «Lo quería hacer todo tan bien, que todo me salía mal», cuenta el futbolista.
No encontraba su sitio y en el equipo le hicieron un diagnóstico rápido: tenía un problema de ansiedad por vestir la camiseta del primer equipo del Real Murcia. «Es que yo se lo importante que es el Real Murcia, da igual que esté en Segunda B», explica. «Mi padre es del Real Murcia, mis amigos también y nadie tiene que explicarme lo importante que es ascender, lo mucho que espera la afición y la ciudad. Yo lo sé y comencé a querer hacer cosas que no me correspondían, que no entraban dentro de mi labor en el campo. Tuve que parar, pensar y volver a jugar como había jugado en otros equipos para recuperarme y poder aportar cosas».
Así lo hizo y no le fue nada mal. Se ganó la titularidad con paciencia, hizo buenos partidos, se sumergió en la monotonía de juego del equipo, y volvió al banquillo. El pasado domingo, en un campo mojado y bajo la lluvia, devolvió la alegría al Real Murcia. Logró tres goles y marcó el camino para lograr el triunfo y recuperar el liderato. No es la primera vez que consigue tres tantos, pero la anterior está tan lejana que ya ni se acuerda: «Fue en el Mar Menor, pero era tan joven y hace ya tantos años que esta vez la he disfrutado como la primera».
Es un experto en las liguillas de ascenso. Ya ha disputado siete y avisa: «Esto es muy complicado, mucho más que subir de Segunda A Primera».
Su experiencia no ha sido demasiado buena. De los cuatro 'play-off' que ha jugado para ascender a Segunda y los tres para ascender de Tercera a Segunda B sólo ha logrado uno, el del Alicante. Conseguir el de este año con el Real Murcia sería su octavo intento y su segundo éxito. La clave, «que todo el vestuario tenga las mismas pretensiones y que no existan egos. Parece obvio, pero no lo es. Pasa más de lo que la gente se piensa. La unión es importantísima. La segunda clave no tiene duda para nadie: hay que quedar primeros de grupo como sea».
La Segunda División es otra historia. Más aún para un futbolista que apenas ha podido jugar en esa categoría. Su mejor recuerdo está en el Elche, en su debut en esa categoría y los partidos que jugó. Luego se marchó decido al Toledo. Otra vez a Segunda B. Eliminó al Real Madrid de la Copa del Rey y llegó su peor momento en el fútbol. Una lesión y el tobillo fracturado por mil sitios. Pasó un año en seco, sin un partido, hasta que volvió. Siguió jugando y Sergio Fernández, el director deportivo del Real Murcia, se cruzó en su camino para ponerle por delante una temporada que puede convertirse en la mejor de su carrera deportiva, en el sueño que tenía cuando era niño y pensaba en jugar al fútbol con la camiseta del Real Murcia.
Fuente: La Verdad
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