viernes, 13 de noviembre de 2015

Fotis Katsikaris: «El baloncesto no es como jugar a la PlayStation»

La primera vez que Fotis Katsikaris (Korydallos, Grecia; 16 de mayo de 1967) pisó Murcia visitó la Catedral. Entonces, en el año 2006, era entrenador del Pamesa Valencia y estuvo tomando un café en una de las terrazas acompañado por Jonnhy Rogers, que en ese momento era el director deportivo del club valenciano y que le enseñó los sitios más emblemáticos de la capital del Segura. Ayer, en una mañana con cielo encapotado, en el mismo lugar, el entrenador del UCAM atendió a LA OPINIÓN en una extensa y relajada entrevista.

¿Aceptar un reto como entrenar al UCAM Murcia, por el prestigio que usted ha acumulado en las últimas temporadas, no tiene un riesgo muy alto personal?
Siempre hay riesgos en nuestro trabajo; la vida de un entrenador es extraña, no es la normal de un profesional, y solo con tus conocimiento y tabajo no puedes obtener frutos. Por eso, el peor enemigo y el mejor amigo de un entrenador son los resultados. Cuando tengo que tomar una decisión valoro muchas cosas para dirigir un equipo, el tiempo condiciona nuestra vida. Ahora ha coincidido ese tiempo de sentarme con la gente de este club, escucharles y ver con tiempo que coincidimos en muchas cosas. No quiero definir como riesgo entrenar al UCAM, pero sí que es un reto, el más grande que he tenido hasta ahora en mi carrera, con un equipo modesto que queremos hacer crecer juntos, y la verdad es que estoy muy animado. Va a ser muy difícil, por supuesto que no va a ser fácil, pero siempre con optimismo, con buen trabajo y creando poco a poco la mentalidad dura que necesita el club y el equipo. Creo que vamos a hacer una temporada muy buena, no puedo hablar de objetivos porque nunca me gusta decir vamos a hacer esto, pero soy optimista.

¿Cuándo empezó a hablar de venir a Murcia?
Fue en el mes de junio, un día antes de irme con Grecia. Conozco a Alejandro Gómez (director general) desde hace tres temporadas, de los encuentros en los que nos habíamos enfrentado y de coincidir en algunos actos cuando estuve fuera de la ACB dos temporadas, y en ese tiempo de ocio tuvimos la oportunidad de hablar de baloncesto en general. Así empezó nuestra relación. En junio me llamaron porque querían venir a hablar conmigo y fue cuando empezó todo.

¿Y le costó tomar la decisión?
Siempre he tenido el apoyo de mi mujer y valoramos lo que es mejor para la familia. Había otras ofertas, otros intereses y teníamos que valorar todo el tema de trabajo, cómo podía entrar de nuevo en una dinámica de un equipo. Pero todas las decisiones que tomo son con el instinto, porque no es todo lo que tienes sobre un papel.

¿Cree que la plantilla que tiene en el UCAM Murcia es más física que técnica?
Ahora mismo sí es física, pero tenemos las dos cosas. El trabajo de un entrenador es sacar lo máximo de cada jugador y poner todas sus cualidades al servicio del colectivo y, por suspueto, las carencias, porque nadie es perfecto, buscar la manera de esconderlas, que no sean obvias para los rivales. Creo que es un equipo que tiene las dos cosas, con jugadores con calidad baloncestística y otros que son más físicos, una mezcla, que es lo que al final necesita un equipo.

¿Cree que ha conseguido definir ya los roles de los jugadores dentro de la plantilla?
Todavía nos queda, por supuesto, porque en unos jugadores que están acostumbrados a jugar de una forma, no hay que cambiar exclusivamente el rol, pero es normal. Estamos al inicio de la temporada y hay tiempo para conseguirlo. Igual no lo conseguimos al 100%, pero eso es importante, que cada uno sepa lo que tiene que hacer por el equipo.

Por su compromiso con Grecia en el Eurobasket se incorporó unas semanas tarde a la pretemporada. ¿Es algo que está pagando el equipo?
Por supuesto que sí, pero incluso habiendo empezado con el equipo el primer día, también lo llevaríamos. Eso depende de la reacción, de si el equipo recibe bien las cosas nuevas y la fisolofía. Era un hándicap incorporarme tarde, pero creo que lo hemos recuperado bastante rápido y ahora estamos en un momento en el que el equipo, en un porcentaje muy alto, sabe lo que le pido y lo que quiero, cómo hacemos las cosas, las estructuras de los entrenamientos y la filosofía del juego. En tres o cuatro semanas de competición el equipo está a un buen nivel.

Después del partido contra el Barcelona le pidió a Scott Wood que diera un paso al frente en defensa. ¿Nota que lo ha dado?
Le queda mucho. El problema en estas cosas es que tienes que convencer al jugador. La clave es que un jugador como Wood se convenza de que tiene capacidad para hacerlo. Está trabajando mucho individualmente con Josh Fisher (segundo entrenador), y lo veo contento. Creo que durante la temporada vamos a ver la mejor vesión de Wood, no solo de tirar, que sabemos que es una metralleta, sino que también dé, por ejemplo, dos asistencias por partido y sea un defensor sólido.

Hablemos de Lima y de su situación, ya que está comprometido con el Real Madrid. ¿Lo ve con la concentración necesaria en los entrenamientos?
Por lo poco que le conozco, he visto que es una persona muy noble; su cara es su espejo y sabes cuándo está bien y cuándo no. Es un chico joven, que está viviendo una situación extraña para él y para todos, que no es fácil de llevar, pero vive el momento en cada entrenamiento y partido. Lo que no puedo decir es cómo está su mundo interior, su cabeza, solo él lo sabe, pero hasta ahora no hay ninguna señal que me preocupe. No le doy vueltas a la situación porque no nos ayuda meternos en ese túnel de pensar más allá.

¿Si se va en enero al Real Madrid tiene ya pensado qué va a hacer?
Sabemos que Alejandro Gómez es muy bueno en su trabajo, que sigue el mercado en todo el mundo y tiene su lista siempre preparada. Si pasara algo, hay que ver qué jugadores hay en el mercado en ese momento porque el UCAM Murcia no es un equipo que puede ir a por cualquier jugador por su economía. Pero ojalá Lima termine la temporada con nosotros, porque va a ser lo mejor para él y para el equipo.

¿Tiene que pisar el freno de Facundo Campazzo en muchas ocasiones?
Campazzo está en un proceso de aprendizaje al estilo del baloncesto europeo. Es un jugador muy eléctrico, competitivo, que a veces no piensa porque vive del momento, y eso es lo que tiene que mejorar, pero lo que me gusta de Facu es que quiere aprender, es muy dipuesto. A veces sufre en los partidos porque quiere hacer las cosas bien para el equipo y para él. Además, desde el primer encuentor de liga hasta el último ha evolucionado y esa muy buena señal. Tiene unas características muy buenas, mucho talento y es muy competitivo, y ahora tiene que madurar y saber leer las situaciones, limitar sus errores. A veces es muy impulsivo y entra en dinámicas del partido en las que se equivoca, pero ves que sufre y eso es muy bueno. Está viendo muchos vídeos, tanto de los partidos como de los entrenamientos, porque quiere siempre mejorar.

¿Y con Arteaga y con Alberto Martín, que no han entrado en la rotación, qué va a pasar?
Voy a ser muy sincero, como lo he sido con ellos. En un equipo como el nuestro, que juega un partido a la semana, es muy complicado, casi imposible, tener una rotación de doce jugadores. Pero los dos están entrenando muy bien, van a tener sus oportunidades y tienen que estar preparados. Ellos son jóvenes todavía, sobre todo Arteaga, porque los jugadores grandes necesitan más tiempo para madurar, pero está en el camino y va a tener su oportunidad. No los tengo descartados, pero ahora, para que el equipo coja una forma y para que algunos jugadores que no han empezado bien encuentren su ritmo, como Radovic y Lishchuk, he tenido que volcarme más en ellos.

¿Y Radovic, ha superado ha su bache?
Está demasiado responsabilizado este chaval, por eso se ha creado una autopresión innecesaria, pero espero que después del partido que hizo ante el Bilbao sea diferente. Igual se había creado unas expectativas por la temporada que hizo el año pasado, pero un cambio de entrenador afecta a todos. Creo que él necesita romper esa autopresión que no le ayuda en nada, una exigencia hasta el punto de que te condicione tanto como para jugar contra ti.

¿Le ha pedido a los jugadores que se olviden de los árbitros?
Esto fue lo primero que le dije a los jugadores en el descanso contra el Bilbao, porque no había otra manera de salir en la segunda parte para jugar al baloncesto y ganar. Una cosa es el trabajo que tengo que hacer yo con los árbitros, porque es parte de nuestro deporte, pero los jugadores no. El otro día los colegiados querían controlar el partido de una manera que pusieron nerviosos a todo el mundo. A los colegiados los considero como compañeros, porque trabajamos todos juntos para este deporte maravilloso. Por supuesto que un árbitro no puede ser protagonista de un partido, pero no ayuda para nada que los jugadores se metan en ello.

¿Cómo es su relación con los jugadores en el vestuario, es distante o cercano?
No soy distante y a veces lo he pagado. Soy muy de la relación humana. A mí, por ejemplo, me interesa mucho cómo está un jugador, si tiene un problema, en qué lo puedo ayudar, aunque eso a veces no puedes valorarlo. Siempre hay un respeto porque al final somos una familia que convive nueve meses y que no se va a repetir nunca más porque a la siguiente temporada, al menos, habrá un cambio. No soy un entrenador que mantiene distancias con los jugadores como autodefensa, porque lo entrenadores que toman esas distancias lo hacen como defensa. La naturaleza del baloncesto es de intercambio de emociones y lo mejor es conocer la gente, sus reacciones cuando las cosas van mal e incluso cómo puedes controlar la euforia. El baloncesto no es como jugar a la PlayStation porque detrás hay aspectos psicológicos y tienes que conocer las emociones para controlar los momentos importantes.

¿Y le gusta controlar a los jugadores, les pone límites en su vida diaria?
No soy militar, respeto la vida de cada uno. El jugador tiene que respetar su cuerpo y cuidarse. No creo que mandar a todos a su casa sea lo mejor. Ellos tienen que saber respetar las normas, pero no me meto en eso de los horarios o de mandar gente para espiar a los jugadores, porque si ellos no se cuidan, al final lo van a pagar.

 Fuente: La Opinión

El padre de familia que sueña con ir a la NBA

Su despertador suena a las 7.45 horas y en la rutina diaria su primera tarea es llevar a su hijo al colegio. «Tiene una edad en la que va mucho a su bola, pero es el único momento del día en el que puedo charlar con él», cuenta Katsikaris, entrenador, pero por encima de todo padre de familia. Su mujer y su hijo –su hija mayor estudia en una universidad de Holanda– le acompañan en esta aventura en Murcia. De hecho, casi siempre han estado con él. Solo hizo una excepción, Salónica. «Y lo pasé fatal. Me fui a entrenar al Aris y mi mujer se quedó en Valencia. Solo fueron 100 días, ni uno más ni uno menos. Pero le dije al presidente que no podía ayudarles más. Cogí y me fui», reconoce el técnico nacido y criado en Korydallos, un barrio de clase obrera, junto al puerto del Pireo –«allí es todo rojo, son todos del Olympiakos»–, y que cuenta con la cárcel más grande de Grecia. «La clínica en la que yo nací está a 500 metros de esa cárcel».

Su profesionalidad y su temperamento forman parte de su ADN. Entrenamientos al margen, al día dedica alrededor de cinco o seis horas para seguir trabajando. El objetivo es controlar los máximos detalles de cada partido, de cada sesión de trabajo. Que no se escape nada. Sobre todo lo hace por las noches. «Me gusta trabajar con tranquilidad y ese es un buen momento». ¿Es obsesivo? «Eso dicen los que me conocen, los que han trabajado conmigo. Y la verdad es que soy muy exigente», admite de manera honesta mientras apura su cigarrillo después de haber dado cuenta previamente de un café cortado. Y se explica: «Soy exigente conmigo mismo y por eso también lo soy con todo el que trabaja conmigo. Pero soy exigente porque quiero que todo salga bien, no por capricho».

Pero de baloncesto no vive solo Fotis Katsikaris. Amante de todas las artes, le gusta empaparse de la cultura de cada ciudad. Y en Murcia ha encontrado un tesoro todavía por explotar. «Tengo un equilibrio, no puedo definirme solo como un entrenador de baloncesto. Me gusta la moda, ir al museo, al teatro, al cine, a actos sociales... y por supuesto me gusta conocer los puntos de interés de cada ciudad». Entre sus grandes pasiones está la comida. Después de varios años viviendo en una de las ciudades gastronómicas por excelencias del país, en Bilbao, tenía dudas sobre la 'calidad' de Murcia en ese aspecto. «Pero la verdad es que he quedado muy sorprendido. Se come muy bien aquí. Además, tengo un amigo que realiza guías gastronómicas y cuando vine para acá, me comentó: 'No te quería decir nada, pero Murcia es, después del País Vasco, el mejor sitio para comer'», cuenta entre risas.

Como buen licenciado en Económicas, aprecia los números. Pero no los de su profesión. «No soy muy amante de las estadísticas en baloncesto. Prefiero los números de la vida real, los del día a día, con los que vivo». Se considera una persona optimista –«me gusta ver las cosas en positivo y no me gusta para nada llorar ni las excusas»– y desvela que sus mejores decisiones llegan en momentos máximos de tensión. «Cuando me pongo muy nervioso, y solo mi mujer sabe cuando lo estoy, es cuando mejor funciono durante un partido. Si estoy relajado o conformado, entre comillas, las cosas me suelen salir mal».

Aún no olvida su eliminación del último Eurobasket a costa de la España de Pau Gasol. ¿El mejor jugador al que se ha enfrentado? «¡Bufff! (resopla). Sí, sin duda. Fue una pesadilla. Es un jugador único. Cuando se retire y echemos la vista atrás, lo veremos como uno de los grandes de Europa de toda la historia».

Su sueño, su meta, es la NBA. La mejor liga del mundo. «Tuve la oportunidad de estar el verano pasado –como técnico asistente de los Indiana Pacers en la Summer League– y pude ver cómo entrenan, cómo trabajan, su día a día. Y creo que a veces nos equivocamos en la visión que tenemos de los norteamericanos. Nos pensamos que sabemos más que ellos. El juego es distinto, diferente, sí. Aquí, en Europa, puedes hacer una gran carrera, entrenar a grandes equipos, conocer otras ciudades, países, otras culturas. Pero aquello es lo máximo a lo que puede aspirar un entrenador. Yo creo, espero y deseo poder cumplir algún día ese sueño», concluye.

Fuente: La Opinión

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