martes, 8 de septiembre de 2015

Un precedente para ponerse a temblar

Hay capítulos de la historia que más vale conocer para que no se vuelvan a repetir. Y en el caso del Real Murcia, más. El penoso arranque de la temporada 2015-16, con un único punto obtenido de nueve posibles, es calcado al de la campaña 1994-1995, cuando el equipo grana, también envuelto en graves problemas institucionales y deportivos, firmó el peor comienzo en Segunda B de su historia y se fue nueve meses después al pozo más hondo al que ha caído tras más de cien años: la Tercera División.

Aquel inicio y este son, de las nueve temporadas que el Murcia ha partido desde el tercer escalón del fútbol español, los que peor sensación dejan. Entonces, como ahora, por La Condomina bajaban aguas turbulentas. José Luis Ortín había dejado la presidencia y le había sustituido el empresario murciano Antonio Zamora. El equipo grana, con José Víctor al mando, había descendido desde Segunda tras una última jornada de la campaña 1993-94 en la que perdió en casa 3-4 frente al Mallorca. Los goles de Cobalán y Rosagro no pudieron salvar a los granas ante los 18.000 aficionados que se habían dado cita en La Condomina.

Las similitudes de aquel Real Murcia y el actual son para hacer tiritar al murcianismo. Tras el descenso administrativo a Segunda B en el verano de 1992 por la no conversión del club grana en sociedad anónima (Samper era miembro de la Liga que ejecutó aquel castigo), la afición grana, tras volver a subir a Segunda y descender de nuevo a Segunda B, había tirado la toalla, estaba cansada. En el verano de 1994 solo 2.000 aficionados retiraron su carné. Sebas, Paco Jurado, Vera, Juanma II, Peris, Andrés, Moreno Boluda y Juan Domingo fueron los canteranos elegidos por Vidaña para formar parte del primer equipo.

Jugadores expertos como Cholo, Rosagro, Juanjo y Notario, entre otros, lideraban un proyecto que tenía como objetivo el ascenso a Segunda. Pero el equipo arrancó mal, con graves lagunas defensivas y sin pegada en los últimos metros, a pesar del fichaje del delantero Julián. El equipo de Vidaña, que militó en el grupo III, arrancó en San Andrés con derrota gracias al autogol de Balaguer. Una semana más tarde, en La Condomina y ante el Elche, el Murcia tampoco pudo ganar y empató a dos en un partido en el que los locales acabaron con dos jugadores expulsados. Al menos, el equipo grana encontró en Julián el gol que necesitaba. Pero una semana más tarde, en un partido cargado de malas sensaciones, los murcianistas volvieron a perder lejos de casa, esta vez en Andorra y con Julián fallando un penalti.

Encierro en La Condomina
Aunque el Murcia ganó la semana siguiente al Europa, fue renqueando toda la temporada y acabó en Tercera tras perder en la última jornada ante la Gramanet. Los cambios en el banquillo (Vidaña fue sustituido por Salvador Férez y este por el Chato González) no hicieron efecto y el Murcia se fue al 'infierno'. Los problemas en los despachos sacudieron al equipo. El club grana contaba con 1.350 millones de pesetas de deuda y con un embargo sobre La Condomina de 920 millones de pesetas. Zamora, que apostó por la venta del estadio, entonces propiedad del Murcia, arrojó la toalla en Navidad. Lo sustituyó Monje Carrillo, entonces vicepresidente del club, antes de la creación de una gestora que presidió Alberto Soto. Aquel Murcia, que estuvo envuelto por problemas de pagos durante toda la campaña, se llegó a encerrar y a dormir en el vestuario de La Condomina como señal de protesta el 14 de noviembre de 1994.

Esta campaña el Real Murcia partía como aspirante para el ascenso a Segunda, pero tras tres jornadas de liga ha conseguido los mismos puntos que el de hace 21 años. Y lo peor: presenta los mismos síntomas de falta de fiabilidad defensiva y escasa puntería en la zona alta. Lo mejor es que tiene toda la temporada por delante para afinar la puntería y hacer que una plantilla con diferentes variantes en todos los puestos consiga victorias. El calendario le beneficia en las dos próximas semanas con dos partidos en casa ante el Betis B y el Melilla.

Fuente: La Verdad

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